LOS CAFÉS MÁS VISITADOS DE PARÍS,
Por el restaurador francés Thierry Costes
“Para los franceses, el café es un lugar de trabajo, de encuentro, de fiesta. Al francés no le gusta estar encerrado, por eso tenemos tantas terrazas a pie de calle. Nos encanta mirar. Un café es como un teatro, pasan un montón de cosas”Algunos de los cafés en los que fue partícipe:
El Café Français se abre a la gran Plaza de la Bastilla con un brillo dorado,amueblado por India Mahdavi con mobiliario rojo y azul eléctrico. La música es ochentera, tranquila pero alegre. “Hasta los 10 años viví encima del local de mi padre y ahora lo hago al lado de uno de ellos. Para mí es una pasión´´ Thierry Costes en los años ochenta rehabilitó un icono nacional: el café parisino.
Aunque pueda parecer una ciudad que nunca perdió el glamour,
en la mencionada década París vivía desorientada. Resistía como capital de la
alta costura, pero París no despegaba en lo cotidiano. Sus cafés y brasseries
estaban sumidas en una fuerte decadencia .“Cuando en 1984 mi tío Jean-Louis
contrató a Philippe Starck, por entonces un joven diseñador, para abrir el
Café, fue una revolución. El diseño no existía en las cafeterías, que además
tenían una propuesta gastronómica muy simple: bebidas y sándwiches de jamón y
queso”, cuenta Thierry Costes. En las brasseries el panorama no era mucho
mejor: “Solo podías pedir sopa de cebolla o huevos con mayonesa. Nosotros
introdujimos un menú internacional, con platos sencillos y sanos de primera
calidad, como el gazpacho o el tomate con mozzarella. Ahora todo el mundo lo
hace”.
El más curioso del impacto que produjo el interiorismo tuvo lugar en el Café Costes.André Saraiva, artista
francés recuerda cómo “la gente iba solo para visitar los baños”.
Las toilettes del Costes –que estaba en el barrio de Les Halles y cerró en
1990– se convirtieron en parada obligada en la ciudad, igual que el Louvre o el
Palais Royal.
Con el cambio de siglo, Costes, más que un apellido, se
convierte en una marca de estilo de vida. Nacen las velas Costes, los perfumes
Costes y, sobre todo, las compilaciones musicales Costes, a cargo del dj
Stéphane Pompougnac, que establecen –con permiso de Café del Mar– la moda de
hacer recopilatorios con la banda sonora de un local. Son los años del french
touch y los sonidos de Daft Punk y Air, el mal gusto chic de la revista Purple,
las galerías de arte de la calle Louise Weiss, la innovadora boutique Colette o
el centro de arte Palais de Tokyo son el producto de un relevo generacional del
que Thierry Costes forma parte. La élite artística de la ciudad, formada
mayoritariamente por vástagos de la gauche caviar, sirve de combustible diurno,
pero sobre todo nocturno, a la ciudad. Una de esas noches con varias copas de
más surge la siguiente gran idea. “Hablando con André Saraiva, quien había
abierto el club Le Baron en 2005, le digo que he comprado un hotelito”, cuenta
Costes, “y que podría ser divertido hacer algo con artistas allí. Al día
siguiente, André me llamó al despertarse, sobre las cinco de la tarde, y me
dijo: ‘Venga, hagámoslo”.
Luego llegó el Café Beaubourg, frente al museo Pompidou, diseñado
por el futuro pritzker Christian de Portzamparc. A partir de aquí, se puede
contar la historia del cool parisino a través de los locales que la familia
Costes ha ido abriendo en la ciudad. O, a través de los artistas, interioristas
y el público que han pasado por ellos, podemos analizar el paso de la
hostelería como el simple negocio de dar de comer y beber a la hostelería como
fenómeno cultural. Tanto, que la editorial Assouline acaba de publicar un
volumen en el que se ilustran los principales proyectos –más de 30 cafés,
hoteles y restaurantes– que Gilbert y su hijo Thierry han realizado bajo la
denominación empresarial Beaumarly (cosas de hacer negocios en familia: desde
2008, año en el que se repartieron su imperio, cada uno de los hermanos Costes
tiene su propia compañía: Jean-Louis se quedó con Costes y Gilbert fundó
Beaumarly, hoy santo y seña de la restauración glamurosa en París, que gestiona
con su hijo Thierry).
Finalmente...El Hôtel Amour puso en el mapa el barrio de SoPi –South
Pigalle– y sus habitaciones, al principio, podían alquilarse por horas, en un
guiño al ambiente canalla de la zona. El local daba, además, una vuelta de
tuerca al negocio de la hostelería asequible: “Antes no existía un hotel cool a
100 pavos”, explica Thierry, cuya familia había alcanzado gran éxito con el
Hôtel Costes, en la exclusiva calle de Faubourg Saint-Honoré. “La mitad de los
muebles salieron directamente de mi apartamento en París”, recuerda Saraiva
desde Nueva York, “por eso, cuando digo que el Amour era una extensión de mi
casa, es literal. Pero además era un lugar donde no te sentías en un hotel
convencional y donde se quedaban todos los amigos que nos visitaban”. Hoy el
Amour no solo sigue en activo, sino que tiene un hermano mayor –el Grand Amour–
y pronto seguirá un tercero. Pero Thierry Costes ya no solo piensa en París,
sobre todo, desde que el turismo se ha visto afectado por el terrorismo
islamista. Lo próximo es la internacionalización de su proyecto: esa mezcla de
cuidada oferta culinaria y diseño reconocible que ha sido copiado pero nunca
igualado. Costes busca casa en Marbella, se declara enamorado de la cultura
española y nos tantea sobre el negocio en nuestro país. Los años
“exclusivamente franceses” del más francés de los hosteleros tocan a su fin.
Publicado:María González González
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